"Que yo no haya alcanzado las nubes no quiere decir que las nubes no existan"
Antonio Segura Mesa y Federico García Lorca
Según recoge Ian Gibson, a la tía Isabel le gustaba recordar, años después, las visitas diarias de Antonio Segura a la casa de la Acera del Darro. En cierta ocasión en que Federico había tocado con especial brillantez, el maestro le dijo emocionado a su madre cuando se despedía: "Le ruego que abrace a su hijo por mí. No sería correcto que lo hiciera yo. ¡Es que toca divinamente!"
Tras su fallecimiento en mayo de 1916, Lorca le dedicó su primer libro "Impresiones y paisajes":
"A la venerada memoria de mi viejo maestro de música, que pasaba sus sarmentosas manos, que tanto habían pulsado pianos y escrito ritmos sobre el aire, por sus cabellos de plata crepuscular, con aire de galán enamorado y que sufría sus angustias pasiones al conjuro de una sonata Beethoveniana. ¡Era un santo! Con toda la piedad de mi devoción"
"A la venerada memoria de mi viejo maestro de música, que pasaba sus sarmentosas manos, que tanto habían pulsado pianos y escrito ritmos sobre el aire, por sus cabellos de plata crepuscular, con aire de galán enamorado y que sufría sus angustias pasiones al conjuro de una sonata Beethoveniana. ¡Era un santo! Con toda la piedad de mi devoción"
Un siglo después recupero estas líneas publicadas en la revista La Alhambra (31.05.1916):
"El ilustre maestro granadino don Antonio Segura, uno de los músicos más notables y no comprendidos de nuestra tierra, ha muerto. A sus excelentes condiciones personales, unía claro talento, firme y sólida ilustración y verdadero saber musical, recibido de las admirables enseñanzas de aquel inolvidable y sabio maestro que se llamó en vida D. Bernabé Ruiz de Henares.
Segura tenía excelentes condiciones de artista, de compositor y de maestro. Perteneció como profesor, siendo muy joven, a la famosa escuela que fundó aquí el insigne Jorge Ronconi, y después a la que sostuvo muchos años el Liceo de Santo Domingo. Escribió bastantes obras, entre ellas algunas zarzuelas y una preciosa ópera Las hijas de Jefté, que por sobra de modestia en el autor no llegó a representarse en Madrid. También fue autor de obras religiosas de bastante mérito. Su carácter modestísimo y delicado, impidió que Granada llegara a conocer los grandes merecimientos del artista.
Desde que yo era niño le conocí, por la íntima amistad con mi inolvidable padre de quien era admirador por si laboriosidad y conocimientos musicales. Después, jamás se interrumpió el gran afecto que con mi hermano Enrique y conmigo nos unía y que en el Liceo y en sus memorables conciertos y fiestas musicales se afirmó. Segura, por complacer a mi hermano, desempeñaba gratuitamente la clase de Composición y armonía en la Escuela municipal de música que aquel organizó y dirigió hasta su muerte. Descanse en paz el queridísimo y buen amigo".