Regino Sainz de la Maza, 1921 / Fundación Federico García Lorca |
Sainz de la Maza, por Federico García Lorca
Gaceta del Sur, Granada, 27 de mayo de 1920 *
El jueves 20 [de mayo de 1920] se presentó ante el público de Granada uno de los artistas más interesantes de la juventud española, interesante por su vida y por su arte.
Es, como [Miquel] Llobet y [Andrés] Segovia, un caballero andante que con la guitarra a cuestas recorre tierras y tierras bebiéndose los paisajes y dejando los sitios por donde pasa llenos de melancólicas músicas antiguas. (El mástil de la guitarra sirve muy bien de lanza). Este Regino Sainz de la Maza es ante todo un hombre lleno de inquietud.
¡Y es también un melancólico!
Melancólico, como todo el que quiere volar y nota que lleva los zapatos de hierro; melancólico, como el que va lleno de ilusión a la gruta de una bruja y se la encuentra decorada con muebles ingleses; melancólico, como todos los que no podemos lucir las espléndidas alas que Dios nos puso sobre los hombres. ¡Anatole France sabe muy bien esto! El ideal de Sainz de la Maza es andar, ver cosas nuevas, mudar horizontes; por eso siente tanta admiración por Frank Wedekind, el maravilloso errante que quería saber ¡cómo está hecho el globo! y escandalizaba a los burgueses de Alemania con sus canzonetas atrevidas pero admirables. Este mismo afán de buscar la vida, de gozar flores nuevas y desconocidas en su camino, lo lleva en el arte a sacar de los arcones viejos, donde cubiertos de telarañas dormían quizá el sueño del olvido, a los vihuelistas españoles del siglo XVI. Y esto es lo que debemos agradecer de todo corazón a Sainz de la Maza. Él nos levanta el papel de la vieja calcomanía y el siglo XVI enseña una viñeta galante. No son los cascos acerados, ni la enorme espada, ni el puente levadizo lo que surge, sino unos ojos grandes y una sonrisa de amor. Vemos el hilo eterno de la pasión perderse en la niebla de los tiempos y observamos que traspasa nuestro corazón moderno y humorista. Sainz de la Maza hace el milagro de su arte.
Este gran artista de la guitarra ha sabido ponerse al lado de los que pacientemente van descubriendo y divulgando la música antigua española. Es una doble obra de artista y de patriota.
Los vihuelistas españoles del siglo XVI se apoyan casi siempre en las melodías populares para sus composiciones, dándoles un desarrollo sencillo dentro de un timbre encantador e ingenuo.
Salvo algunos casos en que las melodías tienen la influencia de los trovadores franceses (la terrible influencia francesa), en los más de los casos triunfa el acento popular. Las melodías toscas y llenas de pasión que el pueblo forja son regidas por los vihuelistas para trasladarlas a la Corte, donde adquieren ese acento fino y amatorio que las caracteriza. Estos admirables músicos seiscientistas que vieron nacer a la fuga y el canon y abrieron el camino que habían de cruzar Bach y Mozart, han despertado en sus tumbas polvorientas... Un joven valiente y pasional nos hace admirar esas flores antiguas a través de un temperamento nervioso y vibrante.
La melancolía y la alegría de un Diego [Luis] de Narváez, y Mudarra, y la tristeza oculta de aquel delicado artista Luis Milán (Miraflor) se oyen otra vez en el siglo XX español gracias a este eminente guitarrista que ha buscado con cariño los amarillentos pergaminos en las viejas bibliotecas y ha dignificado a la pobre y calumniada guitarra de una manera definitiva.
En las demás interpretaciones, Sainz de la Maza revela su temperamento nervioso y apasionado; Bach, Chopin, Sor, Tárrega, Mendelssohn, Granados, etc., son dichos de una manera justa y emocionada. A veces con demasiada pasión. ¿Por dónde dejar mejor la emoción que por esas seis venas líricas que tiene el dificilísimo instrumento?
A pesar de que este músico no es de la escuela expresionista, su manera de decir conmueve profundamente y sin artificios. Las personas que le oyeron el jueves en el [Alhambra] Palace quedaron encantadas de su técnica y de su sencillez.
Se trata de un artista en flor.
Su granazón será estupenda.
* Artículo reproducido en La guitarra. Visiones en la vanguardia. Huerta de San Vicente. Casa-Museo Federico García Lorca. Granada, 1996.